La Primera Vez Que Mi Padre Usó Una Tanga Parte 1
Mi padre encontró mi cajón de tangas, tomó una, se fue a su habitación y se la probó y todo quedó grabado por una cámara que había colocado en su habitación.
Hola. Me llamo Gustavo Verástegui. Tengo 32 años, pero mi relato es de cuando tenía 17 y mi padre usó por primera vez una tanga, una tanga que era mía.
Siempre me han fascinado las tangas, se me hacen muy sexys, aunque cabe señalar que al principio las use por comodidad, se convirtieron en mi prenda usual y contenedor de todo mi morbo.
Mi madre nos abandonó cuando tenía 5 años, así que mi padre me crío sólo. Mi padre, Gustavo Verástegui, siempre ha tenido una ferretera, así que no me descuidaba, por qué el negocio estaba en casa. Desde los 5 años me cuidó como un padre amoroso, se duchaba conmigo, dormíamos juntos y jugábamos cada que podía. A los 8 años comencé a sentir cosas por mi padre, me gustaba verlo por la casa sin camisa o en bóxers y cuando nos duchábamos no podía dejar de ver su cuerpo y su verga gorda y peluda.
Cuando entré a la secundaria comenzó la mejor etapa de mi vida. Fue cuando tuve mis primeras erecciones. Mi primera masturbación fue un día que mi padre salió del baño desnudo y mojado para responder una llamada. Se veía riquísimo. Su pecho peludo hacia camino hacia su verga y sus enormes bolas también cubiertas de pelo. Apenas y papá salió de casa, me desnudé y comencé a darme la paja de mi vida. Era mi primera vez masturbándome. Fue una sensación extraña y a la vez muy placentera, terminé dando un grito de orgasmo, pero aún no me salía leche. La leche me empezó a salir unos dos meses después.
Desde ese día, veía a mi padre como hombre, no como mi padre y me excitaba, me encantaba, me volvía loco, fue el protagonista de millones de deslechadas y con el tiempo me enamoré de él.
Mi padre conforme pasaba el tiempo se ponía más bueno. Cuando tenía 17 el tenía 48. En esas fechas papá estaba más bueno que nunca. Fornido. Barbón canoso. Brazos y piernas fuertes, muy pechudo y muy nalgón. Estaba exquisito. Y como ya los días de verlo en la ducha se habían quedado atrás necesitaba la forma de seguir alimentando mis fantasías, así que decidí colocar una cámara en su habitación y en el baño.
Mi padre ganaba muy bien, con el paso del tiempo pasó de tener una ferretera a tres y luego a vender materiales de construcción, así que el dinero nunca me faltó.
El día que decidí poner la cámara que pedí por internet una semana atrás mi padre salió todo el día y como eran vacaciones me quedaba solo en casa toda la mañana. La primera cámara, en su habitación, la coloqué para que diera vista hacia su cama, la segunda en el baño para que se viera la ducha. Estaba muy emocionado, ya me imaginaba a mi padre andando desnudo mostrándome toda esa suculenta carne que me comería con la lengua con gusto.
Al terminar de colocar las cámaras me di una ducha y como estaba solo en casa anduve solamente en tanga.
Había descubierto las tangas a los catorce y por curiosidad decidí probar una y terminó por convertirse en mi prenda interior habitual. Tenía un cajón lleno de tangas de diferentes colores y tamaños. Había tenido completo cuidado en mantenerlo en secreto, mi padre a pesar de que era atento y amoroso conmigo, era también un macho puro y duro. Que respetaba su hombría. Era un macho que se daba a respetar.
Sabía que le gustaba demostrar su hombría y su virilidad con las mujeres, por qué a pesar que nunca llevó una a casa, si encontraba condones en su billetera y en sus pantalones, de seguro le daba sus buenas cogidas a las mujeres en algún motel y a como estaba mi padre de bueno y rico, de seguro esas ensartadas de verga les dolían tanto que hasta sentían más placer y conociendo a mi padre, darles placer era algo de ley, cómo un macho que cumple.
El pensarlo me enfermaba, me llenaba de envidia y coraje. Yo quería ser su puta. Yo quería ser el objeto de descarga sexual de mi padre. Si mi padre me cogiera no necesitaría a ninguna puta, yo lo haría gritar y gemir de placer dándole sentadas, quería ser el único hoyo donde entrara esa enorme riata peluda.
Era la razón por la cual escondía el hecho de que me gustaba usar tangas. Cómo todo un macho, era algo que mi padre no aprobaría.
Mi padre llegó de rato y apenas y me dio tiempo de subir las escaleras y ponerme un short. Cuando bajé papá traía pizza. Me dijo que comiéramos. Papá olía riquísimo, me gustaba mucho su colonia. Y mientras me comía la pizza no esperaba la hora de que mi padre fuera a su habitación o mejor aún que se duchara.
Al terminar de comer le pregunté que si saldría y el muy extrañado con la pregunta respondió que solo saldría por unas cosas y que regresaría. Tuvo que haber detectado mi desilusión por qué me miró con detalle y luego sonrió de forma pícara.
—¿Por qué? ¿Quieres que salga?
Yo solo puse ojos saltones.
—¿Querías la casa sola?
Se acercó y me dio unas palmadas en el hombro.
—No, papá.
—¿Querías traerte a una muchachita?
Me miró más pícaro.
—No... No papá.
Arqueó una ceja.
—Pronto tendrás 18, hace mucho dejaste de ser un jovencito, estás por convertirte en un hombre, no tienes por qué traer a escondidas a las chicas, y no necesitas algún permiso o aprobación por mi parte, puedes cojeártelas aquí cuando quieras, es tu casa y lo sabes.
Me quedé sorprendido, no esperaba que me dijera todo eso.
—Pero si quieres la casa sola, puedo salir por ahí y sirve que arreglo unos asuntos que tengo por ahí. —me frotó el hombro— Has de darles tremenda cogida si quieres la casa sola, las has de hacer gritar mucho. Y como no, saliste igual a tu padre.
Cuando me dijo eso, me llené de envidia y coraje por todas esas afortunadas putas que mi padre se había cogido.
—Si. Sonreí.
Pero por dentro eso me había quebrado. Me había confirmado lo que celosamente pensaba.
—Pero ya quedé de verla en un hotel.
Le mentí.
— Pícaro. —me sonrió — sacó su billetera y me dio un fajo de billetes— para lo que necesites. Te recomiendo el hotel del centro, el álamo, es muy buen lugar.
Me miró con orgullo. No sabía que me había dado justo en el pecho.
— Veré si lo pruebo hoy.
Me despedí. Sentía mucha rabia así que me fui al gimnasio. Cuando regresé a casa cómo a eso de las seis de la tarde papá no estaba. Me duché y me fui a la habitación, me tiré a la cama, dure poco acostado por qué recordé las cámaras. Saqué la laptop y las revisé.
Papá solo estaba en su cama acostado, fue así por un buen rato, después se levantó y comenzó a desvestirse, tomó una toalla, se la puso al hombro y salió de la habitación. No lo podía creer las cámaras funcionaban. Mi verga comenzó a despertarse cuando lo vi entrar al baño. Comencé a jalármela viendo como papá se duchaba. Su cuerpo se veía delicioso. Se frotaba su pecho peludo, la espuma le recorría la panza hasta su verga adornada con esa melena de pelo negro. Comenzó a lavarse la verga y luego a frotarse sus bolas, sus enormes bolas peludas. Quería ser yo el que se las frotara, quería ser yo el que le agarrara la verga, quería pasarle la lengua por todo el cuerpo, por sus enormes nalgas rellenas, por su pecho, por sus pezones bien hinchados y parados, por su abdomen hasta sus bolas, lamerlas, jugar con ellas, metértelas en mi boca y que me la llenarán de pelos y luego con su verga, chupando su rica, grande, gorda y peluda verga. En ese momento dejé salir un enorme grito.
—¡Fuuuuuuuuuuuuuuuuuuck!
Solté seis chorros de semen caliente. El primero me dio en la cara. Para el segundo ya tenía la boca abierta y me dio de lleno, los posteriores chorros de semen caliente entraron por mi boca, los dos últimos solo llenaron mi pecho.
Me quedé boca arriba, con la verga palpitando aún bien erecta, escurriendo las últimas gotas de semen que resbalaban por el tronco hasta mis bolas.
Mi garganta estaba llena de semen al igual que mi boca, imaginaba que era el semen de mi padre. Me pasaba la lengua por los labios para recoger lo que se había quedado en ellos y luego con los dedos retiraba el primer chorro de semen que me dio en la cara y luego lo llevaba a mi boca.
Me levanté de la cama y me puse una tanga amarilla y luego comencé a vestirme. Con un pantalón y una playera.
Salí de casa. Solo quería caminar. A pesar de la tremenda jalada que me di, aún seguía un poco dolido.
Amaba a mi padre y no solo como padre, como hombre, estaba enamorado de él. Quería besarlo, quería acariciarlo, quería darle placer, quería ser su puta.
Caminé hacia el parque y me tiré en el césped. Me estaba volviendo loco. Quería decirle a mi padre que lo amaba.
Me la pasé así hasta la media noche, cuando regresé a casa papá ya estaba durmiendo.
Me fui a mi habitación y me desvestí. Por pura curiosidad revisé las cámaras y lo que vi me sorprendió. Mi padre entraba en mi habitación y fue directo al cajón donde guardo mis tangas, casi se me sale el corazón, pero lo que vi a continuación me dejó más sorprendido aún. Papá abrió el cajón y comenzó a buscar, sacó una tanga rosa y luego se la llevó a su habitación.
Cuando estaba dentro de su habitación comenzó a desnudarse por completo, luego se puso mi tanga. Para el cuerpo de mi padre, mi tanga se le veía diminuta.
Yo estaba extasiado. No lo podía creer. Se me comenzó a hacer agua la boca. Se veía riquísimo. Su verga estaba dormida pero hacia buen bulto. Sus bolas comprimidas parecían dos pomelos jugosos. Tenía mucho vello púbico que sobresalía de la tanga y una espesa mata de pelo negro salía de sus bolas.
Sus nalgas peludas, firmes y redondas invitaban a nalguearlas a morderlas.
Papá caminaba hacia el espejo de ida y vuelta para verse. Se acariciaba el pecho y se pellizcaba los pezones.
Yo no pude más, me quité la ropa de golpe. Comencé a jalármela. Papá comenzó a acariciarse el bulto y luego se apretó las bolas para comprimirlas aún más. Su verga comenzaba a despertar.
Poco a poco su verga crecía y tensaba mi diminuta tanga. Los tirantes de la tanga luchaban por no romperse. Papá estaba bien erecto, su verga grande y gorda luchaba por salir, pedía a gritos que la liberaban de esa jugosa prisión diminuta que hacia ver a mi padre delicioso.
Yo seguía jalándomela y de vez en cuando me apretaba las bolas. Tenía cuidado de no gemir. Papá aún seguía dormido.
Después de unos quince minutos de estarse contemplando en el espejo se quitó la tanga con dificultad, ya que su verga la mantenía muy tensada.
La verga enorme, gorda y peluda de papá parecía un gigante mástil.
Quería estar en ese momento, meterme ese pedazo delicioso de carne en la boca y darle placer y después que me desvirgara, que me destrozara el culo.
Papá salió de su habitación y luego regresó a la mía. Abrió el cajón de mis tangas y antes de devolver la tanga rosa le dio una buena olfateada y luego se la pasó por todo el cuerpo para luego colgársela sobre la verga y darse unas cuantas jaladas para al final guardarla. Salió de mi habitación y luego regresó a la suya. Se comenzó a vestir aún con la verga bien erecta. Cuando terminó su verga aún se veía enorme debajo de su pantalón, tomó las llaves y luego salió de su habitación.
Quería ver más. Adelanté el vídeo para la hora que regresó, pero solo entró, se desvistió y luego se durmió.
Comencé a jalármela más fuerte, intentaba no gemir ni gritar pero al venirme no lo pude evitar. Solté un grito seguido de varios chorros de leche caliente que me llenaron el pecho, luego cerré los ojos y me quedé dormido.
Había descubierto a mi padre usar una de mis tangas.
¿Y si no era la primera vez? ¿Si lo ha hecho anteriormente?
Con las cámaras lo podría descubrir.
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Series activas:
Alan: La primera vez que vi a mi padre usar tanga.
Descubrí que al jefe de mi padre le gusta usar tanga.
Julio: Mi tío cachondo en tanga.
La primera vez que mi padre usó una tanga.
Mi vecino en una diminuta tanga.
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