Mi vecino en una diminuta tanga parte 1.








Mi vecino me robó una tanga cuando las tenía secando sin darme cuenta y me invitó a su casa para ayudarle a montar un mueble, me dejó en la sala, el se fue a la siguiente habitación y cuando volvió mi sorpresa fue ver qué traía la tanga puesta y se le veía exquisita.



Me llamo Pablo. Vivo en Monterrey, Nuevo Leon, Mexico. Curso el primer año en la universidad. Decidí estudiar comunicación. 


Desde muy pequeño supe que me gustaban los hombres, de hecho me desvirgaron a los 11 cuando cursaba el primer año, Emilio, un chico de tercer año detrás de los salones una tarde que terminaron las clases. 


La primera vez que lo vi fue en los baños, estaba meando en uno de los orinales, me puse al lado a disponerme a orinar y no pude evitar ver ese hermoso pedazo de carne, claramente que Emilio se dio cuenta, pero no me dijo nada. 


En los días posteriores me lo topaba por la explanada y poco a poco me fue llamando la atención su físico a parte de su verga. Emilio era guapo, era delgado y no tenía buen cuerpo, me refiero a que no estaba nalgón ni piernudo, jugaba en el equipo de fútbol de la secundaria. Yo me la pasaba en el receso o en las horas libres e incluso después de clases a verlo jugar.  No era el único que lo hacía,  había más chicos, amigos de él, compañeros, en fin muchos, pero estaba seguro que solo yo lo hacía porque me gustaba. 


Emilio lo sabía, sabía que por él me quedaba después de clases, pero no decía nada. Sabía que lo miraba, pero tampoco decía nada, pero a pesar de eso me ignoraba todo el tiempo. Jamás se acercaba a saludar o dirigirme la palabra, simplemente me ignoraba.  


Un jueves cuando terminaron las clases como de costumbre me dirigí hacia las canchas, pero no había nadie. Emilio ya me volvía loco. Suspiraba a cada rato y siempre pensaba en él, tanto que dejé de verle el bulto, ya saben, cosas de enamorados. 


Me senté en las gradas y cerré mis ojos, decepcionado de no poder verlo jugar ese día.


— Hoy no hay prácticas—dijo una voz conocida, que solo escuchaba a la distancia.


Cuando abrí los ojos casi se me sale el corazón. Era Emilio.  Estaba recargado en una de las bancas con la mochila en un hombro. 


— Yo no…


— Se que vienes a verme jugar, me ves todo el tiempo. —dijo con seriedad. 


— Yo… yo…


No podía hablar, estaba muy nervioso y con miedo. 


— No pasa nada, si hubiera problema ya te habría echado bronca. 


— Lo siento —me disculpé.


— ¿Por qué te disculpas? —seguía serio. 


Miró para todas direcciones y luego me dijo.


— Ven, acompáñame.


— ¿A dónde? — dije nervioso.


— A otro lugar para platicar. — respondió.


Pero no lo seguí, me quedé aún sentado.


— ¿Crees que te voy a pegar? No te voy a hacer nada. 


Pero no me levanté.


Me sonrió.


— Te lo prometo.


Me levanté y lo seguí hasta detrás de unos salones del taller de electricidad que quedaban muy apartados. Cuando llegamos se sentó en la orilla de una fila de concreto pegado a la pared.


Yo estaba muy nervioso.


Él sacó un cigarro y lo encendió.


— ¿Quieres?


Negué con la cabeza.


— ¿No fumas? 


— No.


Empezó a fumar.


— Entonces … ¿Por qué me miras tanto? ¿Qué acaso te gusto? 


Pero no podía hablar de los nervios.


— No te estoy acusando ni nada de eso, solo quiero saber.


— Si. Me gustas.


Sonrió y dejó salir el humo.


— Tu también me gustas. 


Yo solo lo veía con ojos de sorpresa.


— Ven, acércate conmigo. 


Lo hice. Estuvimos platicando un rato mientras él fumaba. 


— ¿Quieres que sea tu novio? 


Me agarró desprevenido.


— Pero en secreto. No quiero que nadie se de cuenta.


Se levantó, arrojó el cigarro y se acercó. Me tomó de las manos y me preguntó.


— ¿Quieres que sea tu novio?


— Si. — respondí. No iba a dejar pasar esa oportunidad.


— Ok. Ya somos novios. Yo soy tu novio y tú eres mi novia. 


— Si, quiero ser tu novia.



—Ok, eres mi novia. Pero los novios se besan. ¿Nos vamos a besar?


— Si, pero nunca he besado.


— Yo te enseño. Abre la boca


Lo hice me besó y movía su lengua. Pero se apartó después de unos segundos.


— Mueve tu lengua, juega con la mía. Así. — susurraba.


Lo hice. Fue mi primer beso. Nuestras lenguas jugueteaban y se sentía muy rico. Duramos besándonos un buen rato.


— Los novios hacen mañas. — me dijo aún con su lengua en mi boca —¿Vamos a hacer mañas? 


— Si. — respondí casi sin aliento.


— ¿Has mamado verga? 


— No. 


— Las novias le maman la verga a sus novios. ¿Me vas a mamar mi verga?


— Si. 


Me dejó de besar, se apartó un poco, me miraba sucio y sonreía. Se bajó la bragueta y sacó su verga. No era una verga enorme como me gustaban en la actualidad, pero era una buena verga para un chavo de 15. 


Me puse de rodillas y primero le pasé la lengua por todo el glande, este escurría pre semen y al probarlo no me desagradó el sabor. Me la fui metiendo poco a poco a la boca. Emilio gemía de placer, la mamaba bien, Emilio ponía los ojos en blanco, ya a los 11 era una buena puta. Duramos así mucho rato hasta que me dijo que me la sacará de mi boca. Me dijo que me parara y me comenzó a besar, él traía aún la verga de fuera y bien parada.


— Que buena novia tengo. Oye, pero los novios cogen ¿ Vamos a coger?


— ¿Qué es eso?


— ¿No sabes que es hacer el amor? 


— No.


La verdad, en ese tiempo no lo sabía. 


— Los novios lo hacen para demostrarse amor. ¿Tu me amas? 


— Si, si te amo.


¿Qué puedo decir? Tenía 11.


— Coger es que el novio le meta la verga en la cola de la novia. 


La verdad, a esa edad y en ese tiempo me pareció algo turbio. 


— ¿Y duele? — pregunté temeroso.


— La primera vez si. Pero después ya no. Por eso es la prueba de amor, si aguantas quiere decir que me amas. 


Acepté. Quería demostrar que si lo amaba. Era muy pendejo a esa edad, creía que conocía lo que era el amor. 


— Ok, entonces te voy a desvirgar.


— ¿Qué es eso?


— Te voy a quitar la virginidad de tu agujero, de tu cola. 


Se acercó más a mi. 


— ¿Si me amas verdad? 


Le dije que si.


— ¿Me vas a dejar hacerte el amor?


Le dije que si. 


Me indicó que hacer. Me dijo que me bajara los pantalones y que me agachara. Él se quitó el cinturón y se bajó los pantalones. Me dijo que abriera el culo y que separara las piernas. Me escupió en el ano y puso la punta de la verga en mi agujero pero sin penetrarme.


— No hagas mucho ruido o nos van a cachar y la prueba de amor se va a arruinar. 


Respondí que no iba a hacer ruido. 


Me fue metiendo la verga poco a poco. 


Me dolió y mucho. Era un dolor intenso y un ardor potente. No tuvo piedad, me la dejó ir toda, hasta sus bolas quedaron apachurradas en mis nalgas. Quise gritar, pero me puso una mano en mi boca.


— aaaaaaaah! Que rico! — gimió. — Que rica novia tengo.


Yo no podía hablar, estaba aguantando un grito. Comencé a llorar. Él no tenía piedad, seguía embistiendo duro. Me tenía bien empinado. Luego me agarró de la cintura y me empujó hacia él y me giró la cabeza para besarme. A mí me salían las lágrimas.


— Mi amooor que rico! Te amo! Te amo amor. 


Me decía a gemidos.


Después de un largo rato ya no me dolía, comencé a sentir placer, ese placer que en la actualidad me hacía abrirme de piernas para que me dieran duro y que disfrutaba cómo una puta. 


Comencé a gemir. Me sentía feliz por qué había aguantado, eso demostraba que si lo amaba. Pensé que si le decía que me diera más rápido y más fuerte le demostraría que lo amaba más.


— Dame más amor! Más rápido! Más fuerte!


— Aaaay mi amoor! Que buena novia tengo, te voy a dar más fuerte, te voy a hacer sentir toda una mujer. Te amo. 


Empezó a darme más fuerte. Ahora yo era él que tenía los ojos en blanco. 


Me puso en la orilla de la fila de concreto y me abrió de piernas.


Me la metía y al mismo tiempo me besaba. Yo ya gemía mucho, ya a esa edad era una buena puta. 


Comenzó a darme más fuerte y a gemir con locura hasta que gruñó.


— Aaaaaaaaaah!


Sentí un líquido caliente  en mi ano violado.


Su cara de placer era lo máximo.


Me sacó la verga y me besó de nuevo.


— Te llené muy bien tu agujero de mecos, por qué te amo. Y tú me demostraste que me amas mucho mi novia.


Después de mi primera cogida hubo más, pero ahora en su casa y en la mía cuando no había nadie. Así fue durante un año, después me dijo que teníamos que terminar por qué se iría a estudiar la preparatoria. 


Eso me destrozó. Después de que se fue intenté llenar el vacío que me había dejado, y no solo de amor si no ese vacío en mi ano. 


Cuando entré a la preparatoria ya era toda una puta, pero había dejado el sentimiento de ser amado, ya no creía en el amor. Así que solo quería llenar el vacío en mi ano. Me cogieron duro y de varios tamaños. Pero en esa época la verga que más me gustó después de la de Emilio fue de mi profesor de historia. 


Me dio bien rico. Fue en su casa, su esposa no estaba ni sus hijos. 


El tipo era muy vergon. Me abrió muy bien el ano. Esa violada fue intensa por qué por primera vez sentí esa contradicción de sentir dolor, un dolor muy intenso que me desgarraba pero al mismo tiempo placer y pedir que no me la sacará mi que dejara de bombear, eso sí, desde Emilio que no permití que ningún otro me preñara, ningún vato logró que me llenarán mi ano de leche. 


Mi profesor era un pervertido y muy caliente, me hizo cosas que desconocía y me hizo sentir un placer diferente, fue la primera vez que me sentí una puta barata, una sucia puta a la merced de un macho. Desde ahí me dio el gusto por las tangas y desde ese día las usé a diario. Gemí cómo nunca antes lo había hecho. Esa violada de ano fue divina. Mi ano gritaba por más ese día me pidió preñarme.


— Quiero llenarte el culo de mi semen, quiero preñarte, quiero que te vuelvas mi esposa. — me decía jadeando.


Le dije que no mientras tenía los ojos en blanco. 


— Mis bolas ya están bien calientes, quiero preñarte, quiero llenarte de mis hijos. Quiero que seas mi esposa.


— No quiero ser tu esposa, quiero ser tu puta. 


— ¿Quiere ser mi puta?


— Quiero que me trates como tú perra, como tu puta, dame como a una puta.


— Entonces serás mi puta, mi puta deliciosa, pero déjame llenarte el culo de mis hijos. 


Le dije que no. 


— Ya no puedo más, ya me va a salir, déjame! ¡Déjame llenarte de mis hijos! 


— No! 


— Entonces te voy a tratar como una puta. 


Me la sacó, me agarró del cabello y me hizo que me pusiera de rodillas, me abrió la boca.


— Tu lo pediste puta! Eres una puta! Ahora te vas a comer a mis hijos, te voy a llenar el estómago de mi semen puta!


Me la metió hasta la garganta. Embestía fuerte. 


— Vas a quedar bien llena puta! Aaaaahh puta! 


Sus bolas golpeaban mi barbilla. 


— Ahí te van mis hijos putaaaaaaaaa! 


Varios chorros de leche espesa y caliente viajaron por mi garganta hasta mi estómago. 


Él gruñía de placer. Duró un rato más con su verga en mi garganta hasta que poco a poco se le fue bajando la erección y me la sacó.


— ¿Así querías que te tratara? Yo quería algo bueno contigo, pero me has hecho tratarte como una puta, ahora así te voy a tratar, desde ahora vas a ser mi puta. 


— Si, quiero ser tu puta. Trátame como tú puta, viólame de nuevo, métemela en mi ano. 


Él se sorprendió.


— Eres una puta. Te acabo de coger y quieres más verga. Espera a que se me vuelva a parar.


— Méteme algo de mientras ¿No quieres tratarme como puta? 


Me llevó a la mesa, me abrió de piernas y me metió la lengua en mi ano. Después de un rato y sin avisar me volvió a meter la verga. 


Cuando terminó le pedí más. Tuvo que decirle a su esposa  que iría con unos amigos. Me llevó a un motel y me trató como la más puta cuatro veces más. Desde ese día hasta hace un año que terminé la preparatoria fui su puta. 


Para la despedida me puse medias, una falda, un sostén, tacones y me pinté los labios. Ese día fue riquísimo, lo atendí como una buena puta y él me complació cómo buen macho que contrata a una buena puta. Duramos en el motel todo el día y lo hicimos todo el día. Lo dejé seco. Me pidió que me quedara, que no fuera a vivirme a otra ciudad, que me convirtiera en su esposa, que él ya no disfrutaba con su mujer, que la iba a dejar por mí, pero le dije que no.


Cuando entré a la universidad decidí centrarme más en mis estudios, así que deje de ver hombres y de llenar ese vacío en mi ano. Pero me duró poco. 


Cuatro meses después de que me mude llegó un vecino que me cautivo desde que lo vi por primera vez. 


Alto, de complexión fornida, moreno, nalgon, piernudo y muy apuesto. Cabello negro y ojos café hermosos. 


Me puso pendejo desde ese día.


Como era estudiante vivía solo. El lugar donde vivía era solo de estudiantes. 


Cómo se había mudado a la casa de al lado yo lo veía por la ventana y cada día me gustaba más. La pared que dividía mi patio del suyo a comparación de los demás no era muy alta, llegaba hasta el pecho así que se veía todo. Lo veía bañar a su perro y me calentaba por qué se le transparentaba su playera por qué quedaba empapado, era un ser divino. 


Un día que llegué de la universidad a eso de las 4 de la tarde el estaba lavando su carro, un mustang año 2006 convertible color plateado muy bien cuidado. 


Traía solo un short y parecía un modelo, me encantaba su cuerpo. Se veía muy sexy. 


Al verme me saludó. Era la primera vez que cruzábamos palabras.


Supe su nombre, Henry. Me preguntó qué estudiaba y descubrí que él estudiaba contaduría. También que era soltero y que su novia lo había dejado por qué se había puesto algo intenso con la bebida. Me contaba mientras seguía lavando el carro hasta que me llamaron al celular y tuve que terminar la plática por qué debía hacer un trabajo en equipo y lo íbamos a hacer por llamada.  


Cuando terminé el ya no estaba ni su coche, se había ido.


Esa noche tuve un sueño húmedo. Soñé con mi vecino. Henry me tomaba de la cintura y su pecho se recargo en mi espalda. Me comenzaba a besar apasionadamente. Sus manos recorrían mi cuerpo. Pero no me cojio, solo me besaba y me acariciaba, me comenzó a desnudar y fue bajando hasta mi culo y cuando estaba apunto de sentir su lengua desperté. 


Todo el día en clases me la pasé pensando en Henry. Pero cuando llegué al departamento tampoco estaba. Comencé a sentir ese vacío en mi culo, aquel que dije que me mantendría alejado para concentrarme en mis estudios. Necesitaba una verga y pronto. 


Llamé a Ezequiel, un amigo que meses atrás se había alegrado de que me hubiera mudado en su ciudad, me había dado a conocer las ganas que tenía de darme verga, cuando le dije que necesitaba verga se apresuró y llegó en media hora.


Era tal y como lo recordaba. Alto, morenito de muy buen cuerpo ojos borrados y cabello café claro, le gustaba mucho componer autos, tenía su propio taller y eso me prendía.


— Hola— me dijo una vez que lo dejé entrar. 


Me miraba con morbo y con deseo. No le respondí, inmediatamente le empecé a desabrochar el pantalón.


— Traes muchas ganas de verga. — dijo emocionado y no paraba de sonreír.


— Tengo demasiadas ganas, mi culo quiere verga. 


— Yo te doy toda la que quieras. 


Le bajé el pantalón y comencé a mamarsela. Él gemía de gozo. 


— Cómete toda mi verga. — gemía.


Solo se la mamé un rato ya que lo que quería era sentir una verga en mi ano. Me quité toda la ropa y arrojé la tanga que traía puesta. Me puse en la mesa y me abrí de piernas.


— Dame verga. 


Él me miraba perverso y sonreía.


— ¿Vienes solamente a verme? … Viólame. 


— ¿Quieres que te viole? 


— Puedo buscar a alguien más. — dije en tono enojado.


— Si quieres que te viole ok te voy a violar.


Su mirada cambió y me gustó. Se quitó completamente el pantalón.


Se acercó y me la metió de golpe. Me puso una mano en el cuello y comenzó a apretarme. 


— ¿Así querías? 


Era la primera vez que me ahorcaban y me gustó, pero quería sentirme más dominado y más humillado, así que fingí que no era la gran cosa.


— ¿Así coges a una puta?


Me quitó la mano del cuello.


— Tu no eres una puta. No te quiero como puta, tu me gustas …


— Sácame la verga, voy a buscar a alguien que me de como la puta que soy. 


Empujó la pelvis. Me tomó una mano y la besó. Luego me acarició una mejilla. 


— Solo quiero que recuerdes después de esto que yo te quiero y te quiero tratar bien y me gustaría hacer el intento contigo de tener una relación.


Me miraba con ternura y me estaba enojando.


— Perdóname …—me dijo.

 

Me sacó la verga, me agarró del cabello y me tiró al suelo, me puso en cuatro, me levantó el culo y me volvió a tomar del cabello. Me la metió de golpe, hasta el fondo sus bolas golpeaban violentamente en mis nalgas. 


Comencé a gemir y a gritar como la puta que era.


— ¿aaaaaaaah te gusta? ¿Es lo que querías? Que te tratara como puta.


— Siiii —decía gimiendo. 


— ¡Querías que te violara, resístete y grítame que no te viole! 


Me estaba gustando mucho , comencé a fingir.


— Aaaaaah me duele! Nooo! Me duele! Ayúdenme! 


— ¡Cállate puta! ¡No te la voy a sacar! ¡Se siente muy rico!


En eso se escuchó un golpe y la puerta de la entrada se abrió. Yo estaba mirando de frente a la puerta. Quien había entrado era Herny, mi vecino. 


— ¡Déjalo perro! 


Se fue contra Ezequiel y lo golpeó. Le dio un puñetazo en la boca y lo lanzó hacia atrás.


— ¡Qué te pasa imbécil!  Se levantó y se fue contra Herny. Comenzaron a forcejear y Ezequiel le regresó el puñetazo. 


— ¡ Vasta! !Herny no le hagas nada! ¡Es un amigo! 


— ¡Que! !Escuché que te estaba violando!


— ¡No! ¡Estábamos jugando! 


— ¿Que? — estaba muy confundido.


— ¡Quien es este hijo de puta! — bramó Ezequiel. 


— ¡Espera! Tranquilo, es mi vecino…


Le pedí a Herny que se fuera, yo estaba apenado con él. Salió pero antes de cruzar la puerta le lanzó una mirada feroz a Ezequiel.


— ¿Es tu novio? … — ¿Te está dando verga?— me preguntó Ezequiel una vez que se fue. 


— No, es solo mi vecino— me acerqué — Solo quería ayudarme.


— ¿Ayudarte?


— Creyó que me estabas haciendo daño, cualquier otro vecino lo hubiera creído y hubiese reaccionado o pedido ayuda.


Le di un beso en su labio partido por el puñetazo.


— Ya no quiero tratarte como una puta, porque no eres eso para mi. Sino me quieres así, queriéndote bien, entonces me iré, búscate a alguien más que te quiera tratar co…


Lo besé. 


Luego me subí a la mesa y me abrí de piernas.


— Hazme el amor.


Me sonrió con ternura y se acercó, me besó un buen rato, me la volvió a meter pero solamente en posición de misionero. Tenía mucho que no sentía tanta ternura. 


Terminó en mi abdomen. Me siguió besando hasta que le dio sueño, le dije que se quedara y que durmiera. 


Me vestí y salí para tomar aire y mi sorpresa fue encontrarme a Herny fuera de su casa sentado y fumando.


— Hola — dije un poco apenado.


— Hola. 


— Creí que ya dormías — me acerqué.


— He estado al pendiente, por si te hacía algo que no querías.


— Perdón, me siento apenado por lo que ocurrió. Saliste lastimado.


— ¿Esto? — se tocó el labio — No es nada.  Alcancé a escuchar lo que le decías. No sabía que era un juego.


— Si, solo era un juego, yo se lo pedí. 


— ¿Se quedará contigo? 


— Si, es un amigo que conozco ya de tiempo. 


— Bien. — se levantó. — Si necesitas algo… si te hace algo que no quieres, ven y le parto la cara.


— Descuida, era solo un juego. 


Caminó hacia su puerta.


— Yo no lo hubiera hecho. 


— ¿Hacer que? — pregunté.


— Violarte, aunque me lo hubieras pedido. 


Entró a su departamento.


Sentí algo en mi pecho, algo que no había sentido desde que tenía 11.



Dos semanas después del suceso entre Ezequiel y Herny no sucedió nada crucial. Ezequiel me llamaba a diario y me invitaba a cenar y siempre le decía que no, hasta que un miércoles me convenció. 


Después del malentendido a Henry lo vi poco, solo cuando salía de casa y se iba en su carro y cuando regresaba. Y en esas pocas ocasiones me hacía vibrar mi corazón. Me estaba apendejando. 


Ese día me tocó lavar. Aparte de mi ropa lave mis tangas y las puse a secar. Terminé mi tarea y me alisté para la cena con Ezequiel.


La cena transcurrió normal, me besó todo el tiempo, pero le dije que no quería una relación. Ezequiel me dio a conocer sus sentimientos y le dije que necesitaba tiempo, la verdad no podía responderle, todo el tiempo pensaba en Herny, pero algo me decía que mi vecino no podría ser para mi. 


Cuando me llevó a casa automáticamente miré hacia el departamento de Herny, las luces estaban apagadas. Su coche estaba estacionado fuera así que lo más seguro era que dormía. 


Ezequiel se despidió de mí y me dio un beso en el cachete. Me despedí de él y cuando giré hacia mi departamento pude ver de reojo que se movía una de las cortinas de la ventana del departamento de Herny. 


Regresé y centré la mirada pero no veía nada, no veía a Henry y supuse que había sido mi imaginación. 


A la mañana siguiente antes de irme a clases metí la ropa que había lavado y dejé secando y al contar mis tangas me faltaba una, pero no le di mucha importancia porque de seguro seguía en mi habitación y no la había echado a la lavadora. 


Me fui a clases. En todo lo que duré en la uni pensé en Henry. Me estaba haciendo mal. Sentía que me apretaban el pecho. No me estaba gustando, porque recordaba a Emilio.


Al terminar las clases me fui directo a casa. Cuando llegué Henry estaba fuera de su departamento. Me saludó normalmente, como lo hacía.


— ¿Cómo estuvo la uni?


— Bien. Lo mismo de siempre.


— ¿Tienes prisa?


— No, la verdad no.


— ¿Podrías ayudarme a montar un mueble? 


Sentí que mi corazón palpitó fuertemente. No había estado en el depa de Henry.


— Claro, no hay problema.


Me invitó a pasar. Dentro era un depa de soltero completamente y muy varonil, no existía ningún elemento que distorsionara su ambiente varonil.


— Siéntate — me indicó que lo hiciera en uno de los sillones, así que lo hice. 


— ¿Cuál es el mueble? 


— Está en la otra habitación, en una caja, espera aquí la voy a traer.


La sala olía muy rico, a loción de macho pero me daba un olor también de cigarro y de cerveza. Había una guitarra en uno de los sillones y carros de colección sobre estanterías. 


Aún lado mío había un cómic de superman. Henry era muy diferente a los demás hombres que conocía. Era rudo, macho y muy varonil, pero su departamento hacía ver un lado de él algo inmaduro. Un macho con gustos de macho pero con un lado de jovencito.


— No traje la caja, pero traigo otra cosa.


Dijo aún dentro de la habitación. Miré hacia la puerta donde había entrado y mis ojos no podían creer lo que veían.


Traía solamente una diminuta tanga que se me hacía familiar. Era blanca con rayas rojas. Se le veía riquísima. Su cuerpo moreno hacía deslumbrar la pequeña y apretada tanga.  Sus bolas estaban bien apretadas al igual que su verga y lo mejor que por todos lados una mata de pelo negro se dejaba ver. 


Ni siquiera podía parpadear.  


Recorrí su cuerpo con la mirada, hasta que después de un buen rato me atreví a verle la cara.


Este solo me sonreía. 





Continúa parte 2.



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Alan: La primera vez que vi a mi padre usar tanga.


Descubrí que al jefe de mi padre le gusta usar tanga.


Julio: Mi tío cachondo en tanga.


La primera vez que mi padre usó una tanga.


Mi vecino en una diminuta tanga.


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